25 agosto 2010

LA MUERTE DE NACHO CORONEL parte 1 y 2

NOTA DEL BLOG: EL PRESENTE ARTÍCULO FUE DISEÑADO PARA DOS ENTREGAS, FINALMENTE DECIDÍ MEJOR HACERLO EN UNA SOLA, UN POCO MÁS LARGO DE LO HABITUAL, PERO SIN DUDA EMOCIONANTE.

-Muerto el perro se acabo la rabia... ¿será?...


El pasado 29 de julio, el cuerpo de Nacho Coronel exhaló su último suspiro mientras se encontraba en su residencia ubicada en una de las colonias más exclusivas de Guadalajara y Zapopan, debido a un operativo militar. La noticia sorprendió a más de uno, desde sus vecinos, colegas y rivales, hasta políticos y empresarios locales y nacionales. En la ciudadanía había quien se preguntaba quién era Nacho Coronel. Su nombre, para el grueso de la población, no era una rima cotidiana en comparación con el del “Chapo”, el “Lazca” o el “Mayo”, entre otros. Sin embargo ese mismo nombre significaba otra cosa para las autoridades, los carteles, las fuerzas castrenses, así como para el gobierno de los Estados Unidos de América.

Nacho Coronel fue alumno de Amado Carrillo, “El señor de los cielos”, y uno de los más importantes capos mexicanos que han existido. Sus últimos años los pasó en la cúpula del Cartel del Sinaloa, junto al “Chapo” Guzmán y al “Mayo” Zambada; vivió preferentemente en Jalisco, donde se movió por los círculos sociales más privilegiados del estado tapatío, entre los políticos jaliscienses, los empresarios, las autoridades locales y los mafiosos de las drogas. Su ascenso fue sorprendente y vertical, llegando a controlar no sólo la ruta de cocaína sino también el 50% de las drogas sintéticas. El también llamado “Rey del cristal”, regó de laboratorios clandestinos el territorio y supo en que momentos cambiar de lado, con quien aliarse y de quien cuidarse. Comprendió la importancia de ser sigiloso, de corromper, de vender y de actuar.

Antes de su muerte, un hijo suyo de 16 años fue levantado y jamás apareció. El capo cobró venganza. Otros miembros familiares fueron detenidos. Los rumores de su detención comenzaron a circular por diferentes medios, así como, y esto es lo más importante, el aumento de su poder comenzó a circular de boca en boca. En sus últimos momentos, Coronel sabía de su persecución, aunque, según dicen algunos medios, no se lo esperaba tan pronto y tan rápido, confiaba que tenía algunas horas o días de más.

Hace algunas semanas, el semanario Proceso público un artículo acerca del Rey del cristal. Se volvió entonces más público y sonado que nunca. En dicha publicación se hacía referencia al aumento de su poderío, de lo incógnito que pasaba y de los expedientes de la DEA que indicaban que Nacho contaba con el capital, la gente, la influencia, el territorio y el poder para organizar su propio cartel y emanciparse del de Sinaloa. Los rumores de la creación de su propia organización circulaban por doquier. Sorpresivamente, días después Nacho Coronel cayó abatido en su exclusiva residencia.

El capo que procuró moverse en el anonimato se convirtió en blanco de sus enemigos; su cabeza tenía precio, tanto económico como político. Meses atrás, otro capo de la droga llamado Arturo Beltrán Leiva, murió en un operativo a cargo de los marinos de la Armada de México, en su fastuoso departamento, ubicado en una zona privilegiada de la ciudad de Cuernavaca, Morelos. “El barbas” e Ignacio Coronel compartieron la misma suerte: la muerte a manos de un operativo destinado, precisamente, a matarlos. Sin embargo, estos no fueron similares en su ejecución ni en sus operadores, ya que el primero cayó a manos de los marinos de la Armada de México y el segundo por las balas del Ejército Mexicano.

En ambos casos reinan las dudas y las irregularidades. Arturo Beltrán Leiva fue acribillado en una balacera impresionante, donde el fuego cruzado entre marinos y narcotraficantes terminó con la vida de por lo menos dos civiles inocentes, vecinos del lugar. Cuando terminaron con el capo, los efectivos de la Armada de México desnudaron su cuerpo ensangrentado y lo llenaron de billetes nacionales y de dólares americanos; entonces procedieron a fotografiarlo y después exhibieron las imágenes. En el caso del Cachas de diamante, por otra parte, el Ejército Mexicano tuvo más cuidado en la ejecución del operativo y prefirió no circular ninguna imagen del narco muerto. Esto dio pie a dudas sobre su fallecimiento, hasta que el mismo semanario Proceso las publicó en la edición no. 1763. Si bien lo realizado por los marinos fue grotesco, lo hecho por el Ejército de no publicar ninguna fotografía del capo muerto, atenta contra el derecho de los ciudadanos a ser informados, más aún en una situación caótica y de desconfianza como la que vivimos actualmente.

No es para nadie un secreto que las fuerzas castrenses mexicanas y varias autoridades conocen el paradero y la mayoría de las casas de seguridad que poseen los narcos. Ahora bien, la muerte de un capo tan importante no es cosa del azar, ¿quién podría estar detrás de todo esto? Calderón sabía del operativo y lo permitió, aun sabiendo que ese día visitaría Guadalajara y Zapopan, ¿Qué tal si las cosas no hubieran salido dispuesto a lo planeado? El Presidente de México sería exhibido públicamente una vez más.

Sumando los siguientes factores: La capacidad y el interés de Nacho Coronel de tener su propio cartel, su posible, inevitable o consumada emancipación de Joaquín Guzmán; su control sobre más del 50% de las drogas sintéticas y el trasiego de cocaína, en Jalisco por lo menos y el hecho de que el capo ya había pertenecido a diferentes organizaciones durante su carrera delictiva (por ejemplo, en algún momento fue socio del “Barbas”, después terminó siendo su enemigo). Ahora, sí todavía agregamos a todo lo anterior, el profundo interés del Gobierno Federal de revertir la opinión pública generalizada acerca de la derrota parcial, o la victoria invisible en esta guerra contra el narco; así como las opiniones públicas de la prensa, los intelectuales, los políticos y las autoridades que hablan de un apoyo de Calderón al cártel del Chapo Guzmán, las desaventuradas declaraciones de ”los Pinos” en algunas circunstancias problemáticas como las acontecidas en Cd. Juárez y Coahuila, los pocos avances en la materia y la creciente oleada criminal que ahora incluye narcoterrorismo; aparte de los ya clásicos descabezados, colgados, levantados y hasta disueltos en ácido, así mismo el deseo del ejército de recobrar protagonismo después de haber sido desplazados por los marinos de la Armada de México en algunos operativos, así como de tener fuertes críticas en contra por violaciones en materia de derechos humanos, nos da como resultado un duro y potencial peligro para el Chapo y el cártel de Sinaloa, la coyuntura idónea para el ejército mexicano de lucirse en la ejecución de un operativo y la oportunidad para Felipe Calderón de revertir su imagen de protector del cártel de Sinaloa y de mostrarse como líder en la lucha contra los narcóticos.

La posible confabulación del Chapo con Calderón no parece para nada imposible. El capo obtiene los beneficios y el control del negocio en la zona, para quedarse él u otra persona de su confianza (o alguien ha escuchado del decomiso o desmantelación de los laboratorios que manejaba Coronel). Al mismo tiempo, elimina a un posible enemigo en crecimiento, mientras que el -Presidente de México espera recuperar la confianza de los ciudadanos ante una guerra que parece fallida y poco productiva, al matar a uno de los hombres fuertes del cartel de Sinaloa, con la ilusión de ya no ser juzgado de proteger a dicha organización.

Algunas preguntas quedan en el aire tales como: ¿Seguía el Rey del Cristal en la organización de Joaquín Guzmán? ¿Se estaba convirtiendo en una piedra en el zapato de Calderón al ser publicado en el reporte de la DEA? ¿El Gobierno Federal pactó con el cartel de Sinaloa la muerte de Nacho?

El asesinato de grandes capos jamás será la solución para el problema que vivimos. Lo cierto es que, al contrario de lo que dice el refrán popular de “muerto el perro se acabó la rabia”, en el negocio del narcotráfico aplica otra máxima que bien diría “muerto el perro aparecerá otro perro, quizá más bravo, quizá más manso, pero perro al fin y al cabo”.
-LALO ORTIZ