20 julio 2010

¿QUIÉN NOS HA ROBADO EL MES DE JULIO?



La Revolución nos ha fallado parte 1



Preguntaría Joaquín Sabina “¿Quién me ha robado el mes de abril?” Nosotros bien podríamos revirar con un ¿quién nos ha robado el mes de julio? Quién… pero quién ha sido.



En la época de Porfirio Díaz los electores después de emitir su voto por el candidato oficial, ganaban el derecho de echarse a la panza un atole y un pan. Años más tarde, después de la efervescencia de la Revolución mexicana cambió el premio, pero no el método, y el PRI otorgó chesco y torta. Cambió muy ad hoc para la realidad mexicana, que ya para entonces rechazaba el atole y exigía una cocota en vidrio o en bolsa.

En las elecciones del año 2000, aún sin la edad para votar, salí a la calle con varios de mis amigos a celebrar lo que parecía un momento histórico: la alternancia democrática en México. Ingenuo como sólo un muchacho puede ser, creí en el fin del “establishment”, sin darme cuenta de que éste era un sistema y un método arraigado en las entrañas del país y con una experiencia suficiente para revertir la derrota en cualquier momento, que no responde a partidos sino a intereses.

La verdad me contagié de un cambio que nunca llegó. Habiendo nacido en una década de crisis (eso sí, con copa mundial y todo su show), y tras presenciar en el posterior decenio como los pocos dólares que ahorraba a tres pesos, encarecieron hasta a más de diez por el llamado “error de diciembre”—y sumando a esta situación que los pocos canales de televisión a los que teníamos acceso nos dieron noticias sorprendentes como el asesinato de Colosio, los tiroteos de los narcos en Guadalajara con la respectiva muerte del Cardenal Posadas, el atentado contra Ruiz Massieu perpetrado según algunos por el hermano de Carlos Salinas, los levantamientos del EZLN y del EPR, la figura del Subcomandante Marcos, el Tratado de libre comercio con los Estados Unidos y Canadá—supuse, como muchos otros mexicanos, que con la victoria de Fox (y de sus amigos) el país iba a cambiar.

La inercia de los cambios sociales mundiales a finales de la década de los ochenta y principios de los noventa, nos hizo festejar como si hubiéramos derribado nuestro “muro de Berlín”. Las primeras alcaldías y gubernaturas en manos de Acción Nacional y el ascenso del PRD en ciudad de México, vislumbraban ante nuestros ojos la posibilidad de un país democrático, donde corrigiendo los vicios podríamos construir una nueva nación.

En el caso concreto de las elecciones, se preveía un nuevo México donde se respetaría la voluntad ciudadana, donde no habría robo de urnas, ni voto de carrusel; un país donde las elecciones serían limpias y con alta participación ciudadana; donde las autoridades electorales no permitirían ni extorsiones, ni abusos electorales, ni compra de votos, ni tortas y refrescos en la jornada electoral; elecciones en las que no se inflaría el número de votantes, donde coincidirían las boletas depositadas con los votos contados, sin narco candidatos, sin narco casillas, sin acarreados.

Poco cambió para las intermedias federales del 2003, donde se repitieron las mismas prácticas y vicios de siempre, pero ahora aplicados en la medida de las posibilidades de cada candidato y de cada partido.

El de 2006 es el julio del olvido y el que nunca debemos olvidar. Es el de la elección presidencial que pudo ser el referente positivo de la democracia en México, y que terminó siendo una muestra vergonzosa de la herencia de las prácticas electorales que reinan en este país. A saber: la imposición de candidatos, el robo de urnas, la alteración de casillas, el pago de votos y la amenaza, entre otros. Sin pelos en la lengua y duélale a quien le duela, los ganadores del año 2000, los que fueron robados miles de veces en elecciones locales y federales, los de setenta años de lucha partidista, los que señalaron al PRI como ente fraudulento, son los mismos que terminaron traicionando su propia historia. Ellos que lucharon en nombre de la alternancia, terminaron matando a una niña pequeña de seis años llamada Democracia. (quiero aclarar que este artículo no trata de decir sí un candidato era mejor que otro, o atacar la ideología, partido o candidato de la preferencia de cada lector, sino del hecho fraudulento que aconteció.)

Los comicios de julio de 2009 y los de julio de 2010 podrían ser definidos como las narco elecciones. O igualmente como las de las alianzas bizarras e idiológicamente incongruentes o quizá las de los operadores electorales, esos mercenarios políticos que viajan por el país comprando votos.

Son razones como éstas las que me indican que el mes de julio nos lo robaron tanto los partidos políticos, como nuestra apatía a participar y analizar candidatos y propuestas alternas a las tradicionales. Porque hoy, en pleno siglo XXI, como desde hace más de cien años, persiste la famosa torta con refresco. Y sí analizamos fríamente aquella promesa de la Revolución de las elecciones democráticas, nos daremos cuenta, sin lugar a dudas, que la Revolución nos ha fallado.
-LALO ORTIZ
“La Revolución nos ha fallado”, será una serie de artículos que aparecerán en este blog a lo largo de este año 2010 con motivo del centenario de la Revolución, no continuamente sino esporádicamente.

01 julio 2010

HAZ SANDWICH



"La selección no hace goles, pero eso sí, hace unos sandwiches chingones"

...aficionado mexicano en internet

El marcador en Johannesburgo indicaba un 3-1 final. Messi y compañía celebraban la victoria, mientras Márquez y los suyos (o los nuestros) se retiraban del recién remodelado Soccer City. Esa noche la selección mexicana había sido derrotada por tres dianas con historia propia; la primera un error arbitral, la segunda un error de la defensa mexicana y la tercera un golazo del Apache Tévez que dejó enmudecido a todo México. La reacción azteca fue tardía e insuficiente.
Sin embargo, la historia de la selección mexicana estaba escrita días antes de su derrota el pasado 27 de Junio, pero siendo el fútbol un deporte benévolo donde se puede ganar, empatar o perder, el equipo mexicano aún mantenía posibilidades de avanzar al tan añorado quinto partido.

El mundial de Sudáfrica 2010 fue un episodio más de una historia que parece ser siempre la misma y que la gente ha sabido señalar con la frase, “jugamos como nunca, pero perdimos como siempre”. Otros más aventurados dicen que la “verde” jugó mejor que todos y que nadie desarrollaba nuestro estilo de juego.

Dejando a un lado pasiones y nacionalismos, México no jugó un buen mundial y los resultados respaldan la aseveración. ¿Por qué? El equipo azteca ganó un juego, empató otro y perdió dos; recibió 5 goles y anotó 4, una carencia de goles absoluta si analizamos que, en el mismo número de partidos, Argentina marcó 10, Alemania 9 y Holanda 7. No importa que tan bien o bonito lo hicieron en la cancha, en el fútbol, a diferencia del nado sincronizado, el ganador es quien logra anotar goles, avanzar a rondas posteriores y finalmente alzar la copa.

Como lo mencioné antes, la derrota del pasado 27 de junio ya estaba anunciada por la doble moral de los directivos del fútbol mexicano, que han poblado la liga de delanteros extranjeros, la mayoría de segundo o tercer nivel; argentinos, uruguayos, brasileños que no alcanzan a llegar a Europa y son atraídos por los inmensos salarios que ofrece nuestra liga, quitando del camino a los jóvenes que podrían sobresalir. Esta conducta es idéntica a la del aficionado mexicano que les cierra los lugares a los atacantes foráneos nacionalizados, por el simple hecho de no haber nacido aquí, sin importar que ellos legalmente ya sean tan mexicanos como nosotros.

Los grandes empresarios del balompié nacional nos han estado vendiendo una liga que lejos de ser competitiva, es deprimente y que, además, exporta a competiciones extranjeras a una ínfima parte de sus jugadores. Las televisoras nos han vendido un torneo nacional mediocre como si se tratara de una Champions League y a una selección que busca adversarios sólo para alzar ratings.

Después del espejismo que fue la victoria contra una Francia dividida por sus egos, salarios y arrogancias, aficionados mexicanos quemaban en pleno Ángel de la Independencia una imagen de José Ramón Fernández, uno de los pocos críticos objetivos con los que cuenta la prensa en el país. La razón de la quema pública: hacer críticas constructivas al equipo de todos. Al contrario de Joserra, los medios que monopolizan el fútbol en nuestra tierra transmitieron con gran alarido que ahora sí teníamos al mejor equipo de nuestra historia y al mejor técnico posible. Minutos después de la derrota contra la albiceleste, esos mismos medios generaron culpables como Guille, Bofo y Aguirre. Despotricaron contra ellos y llamaron a reflexionar sobre los destinos de nuestro fútbol, resaltaron la “mediocridad” y la falta de carácter de muchos seleccionados y los miedos y carencias del entrenador. Una vez más, la doble moral de las televisoras.

En mi opinión, queda claro, como diría el Lic. Juan Mario Solís en las redes sociales, que “México llegó a su techo futbolístico”. No da más, no da menos. Aunque algunas personas señalan la mediocridad como factor clave en la derrota de los verdes, la mayoría apunta como siempre con al DT Javier Aguirre, pero para mí el resultado es el mismo: eliminados como en 1994, 1998, 2002 y 2006 en los octavos de final.

La selección no pasó del México del sí se puede, al del ya se pudo, sino, como diría meses antes el mismo Aguirre, al México del estamos jodidos. Por lo menos futbolísticamente. Me queda claro que la población mexicana tiene mucho que dar y, que vivimos en el México del “no nos dejan”; que no existe una maldición de octavos de final, sino una maldita liga “chafa”, una maldita federación “corrupta”, unas malditas televisoras que prefieren “hacer sándwich” que ser objetivos y un maldito gobierno que le apostó a robarse el triunfo y los goles de un gran talento mexicano como lo es Chicharito, antes que realizar su trabajo.

El reto está claro para los seleccionados: presionar para que mejore la organización del balompié en nuestro país, porque mundial tras mundial las esperanzas se van en un Luis García, un Luis Hernández, un Cuauhtémoc Blanco, un Kikín Fonseca y, ahora, un Chicharito. Por lo demás, disfrutemos un mundial que ha sido emocionante y satisfactorio, esperando, en lo personal, que lo gané un país latinoamericano.

-LALO ORTIZ
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